Cuando se miraba hacia otro lado: El Sidney Diet Study

La enfermedad cardiovascular en el siglo XIX, al menos eso parecen transmitirnos los documentos de aquella época, estaba lejos de ser la causa de muerte más extendida. Patrón que como todos sabemos fue cambiando conforme fuimos avanzando en el siglo XX y muy especialmente desde la 2ª Guerra Mundial. Momentos éstos en que la batalla contra el colesterol se consideró no menos importante en Occidente casi que la lucha contra el comunismo. 

Por desgracia, el enemigo del colesterol fue como sabemos hoy un enemigo de paja con cuya culpabilización quizás poder enjuagar nuestra conciencia bajo el falseado sentimiento de que estábamos haciendo algo. Sin duda, se estaba haciendo algo en lo relativo a la enfermedad cardiovascular. Pero no precisamente algo bien. 

Entre 1966 y 1973, en aquella época tan oscura como colesterolfóbica, se llevó a cabo un estudio para analizar el impacto del consumo de grasas en la dieta sobre la salud cardiovascular. En tal estudio -bautizado como Sydney Diet Study-, más de 400 hombres que habían sufrido un ataque cardíaco fueron divididos en dos grupos. El primero de ellos tuvo que evitar las grasas saturadas y en su lugar consumir aceite de cártamo (semejante al de girasol). El otro por su parte debía seguir con sus hábitos dietéticos, que incluían la grasa saturada habitual. 

Los resultados han sido, y esto es la noticia de actualidad, reevaluados y publicados en el British Medical Journal, y a juzgar por los mismos debían resultar sorprendentes. Al menos para la mentalidad de la época en que el estudio original se llevó a cabo. Pues la conclusión era que aquéllos que habían reducido el consumo de grasas saturadas tenían más probabilidades de sufrir problemas cardiovasculares y morir por cualquier causa. El propio BMJ advierte contra lo erróneo que puede ser seguir recomendando hoy -sí, aún hoy- la reducción de grasas saturadas para poner en su lugar poliinsaturadas Omega 6. 

La razón, que no hace falta aquí que abunde en ella, es que bañando nuestra dieta de Omega 6 conectamos rápidamente nuestro organismo a la inflamación. Estudios como éste de los años 70 ya apuntaban nítidamente a ello. Cierto es que por desgracia el entendimiento general del proceso inflamatorio habría de esperar a los 80, pero aunque esto no hubiera sido así tampoco habría servido de mucho. Porque de nada vale ninguna verdad científica cuando se mira hacia otro lado.