Adicciones confesables

Hace poco me preguntaban en Facebook sobre los supermercados donde compro. Quienes bien me conocen no escapan a una de mis devociones que raya la adicción (eso sí, aunque 'rarita' para el gran común, confesable): Whole Foods Market. El universo para mí por excelencia de la comida natural y orgánica. El problema es que hay que cruzar el Atlántico y pisar tierra estadounidense para disfrutarlo (sí, en Londres alguno hay, pero no es lo mismo). Y cuidado con que te acabe gustando demasiado -lo cual es más que probable-, pues tendrás que controlar un poco -oh, nada podía ser pefecto- el presupuesto (Sí, cuando viajo a EEUU mi presupuesto tiene 3 partidas básicas: vuelo, hotel cercano a un Whole y comida orgánica más otras eventuales compras).

Aun a pesar de mi fidelidad wholefoodiana, no puedo negar que no acababa de ver con entusiasmo la supuesta tendencia pro-vegetariana que divulgaba Whole Foods (quizás extraño en tanto esta cadena tiene su pescadería -most of it salvaje, of course-, carnicería -orgánico y aun alimentado con pastos, la locura sí-), entendible si consideramos el para mí injustificable cuasimonopolio que el vegetarianismo ha ejercido sobre la nutrición saludable. 

Pero como no hay mal que 100 años dure y la sana competencia en el mundo de las ideas nutricionales, aunque un poquito, existe, he aquí la batalla -ideológica- de los paleos en forma de camiseta made in Whole Foods. Donde podemos leer "sólo como lo que comen los hombres de las cavernas". Con dos pares -de filetes alimentados con pastos, claro-.

Llamémosle mi atuendo
deportivo neoyorkino

Y aunque dudo que aquellos hombres de las cavernas conocieran los beneficios del vino con moderación, nosotros sí. Así que quien por los pasillos de mi cadena favorita de supermercados se deje caer, no le faltarán vinos españoles (si no le importa, esto sí, pagar bastante absurdamente varias veces el precio que pagaría por ellos aquí en España). Pero que no se diga, que harto de ver estoy aceites de oliva italianos cual alimento de culto en EEUU. O las botellitas del aceite de oliva italiano para más señas recomendadas por el Dr Andrew Weil que se vende a un precio exorbitado.

Y si por casualidad todo esto te sucede en la Gran Manzana y no en otro sitio (el de Union Square creo que es el más grande), qué mejor que darle un mordisco a tu comida orgánica desde una de mis vistas favoritas sin dudarlo. Concretamente la que se observa desde Top of the Rocks.

Por desgracia, tengo que decirlo, esta primavera mi viaje al Whole Foods de Union Square y sus hermanos neoyorkinos parece truncado por la imposibilidad de cuadrar fechas con algún amigo. Pues incapaz soy de soportar no poder compartir con nadie un viaje a mi pueblo favorito (esto del "pueblo" se lo debo a mi terapeuta neoyorkina residente en Madrid, tan ocurrente ella). Y si no, por qué iba a elegir éste el fondo de mi twitter. Por cierto, asegura mi terapeuta que soy totalmente neoyorkino. Pues será verdad. Dicen que París bien vale una misa. Yo digo que NY y Whole Foods (con sus Whole Body de cosméticos y droguería orgánicos incluidos), en cualquiera de los casos, bien valen una maleta extra.

Si no soy capaz de superar mi síndrome de abstinencia neoyorkina tendré que sortear un viaje a NY. Conmigo, ineludiblemente.