Mejora del perfil lipídico con reducción de carbohidratos

A pesar de las atronadoras quejas contra las grasas para reducir los problemas cardiovasculares, el caso contra los carbohidratos tiene más posibilidades de triunfar científicamente en una confrontación de ambas hipótesis. Sondeando literatura científica en busca de referencias para otro artículo, di con un muy interesante análisis de Volek y Feinman publicado en Nutrition and Metabolism en 2006 ("Low carbohydrate diets improve atherogenic dyslipidemia even in the absence of weight loss"). Éste es una revisión de varios estudios anteriores sobre intervenciones nutricionales. Una de las referencias que aluden, y que en este caso quiero observar, es un estudio de Krauss y otros de aquel año 2006 aparecido en el American Journal of Medical Nutrition ("Separate effects of reduced carbohydrate intake and weight loss on atherogenic dyslipidemia"). Se testaron durante 12 semanas en 178 varones subdivididos en grupos las siguientes cuatro composiciones macronutricionales:

CARBOHIDRATOS / GRASA / PROTEÍNA

1) 54% / 30% / 16% (7% grasa saturada) Dieta baja en grasa

2) 39%/ 29% / 29% (8% grasa saturada) Dieta restringida en carbohidratos
3) 26%/ 46% / 29 % (9% grasa saturada) Dieta restringida en carbohidratos

4) 26% / 45% / 29 % (15% grasa saturada) Dieta restringida en carbohidratos + grasa saturada

Éstos son los resultados sobre triglicéridos (líneas continuas):

Mientras el grupo con la dieta baja en grasa (línea roja continua) mantuvo los triglicéridos en los valores más altos, las dietas restringidas en carbohidratos los redujeron sustancialmente, sobre todo las más restrictivas en los mismos (26% de la carga calórica de la dieta).

Éstos fueron los resultados en el colesterol HDL, que en valores altos se asocia con bajas tasas cardiovasculares y longevidad. Los resultados son iguales que en el anterior caso a la hora de valorar la efectividad positiva de cada intervención dietética. Produjeron el HDL más alto las dos dietas más limitadas en carbohidratos (un 26%), en especial la que permitió hasta un 15% de grasa saturada.

Y éstos, por último, los efectos sobre el tamaño de las partículas de colesterol LDL. Recordemos que las partículas pequeñas LDL son las más problemática y aterogénicas, mientras las grandes son bastante benignas.

Sorprendente o no, la valoración es la misma y podría en conjunto resumirse como: A la hora de obtener un elevado colesterol HDL, partículas grandes en lugar de pequeñas de LDL y reducidos triglicéridos, las intervenciones dietéticas reducidas en carbohidratos son demostradamente efectivas. Por el contrario, la reducción de grasa total en la dieta logra resultados como mucho modestos (modestos en este caso, no es extraño que produzca resultados negativos o desfavorables). La adición de grasa saturada en la dieta, al contrario de lo comúnmente creído, se asocia de modo beneficioso o favorable con los parámetros cardiovasculares reseñados al menos si se acompaña de restricción de hidratos de carbono. Seguiremos profundizando en la siempre apasionante dialéctica cardiovascular, que no es otra que la que inició el auténtico combate en el mundo científico sobre la dieta correcta.

Una nota final: en el último gráfico sobre tamaño del LDL, aparecen dos líneas discontinuas. Ambas son tomadas de los resultados de otro estudio de Volek, en este caso del año 2002 del Journal of Nutrition, que testó una dieta muy baja en carbohidratos (sólo un 8% de las calorías totales de la dieta). Lo más interesante y fascinante incluso es que quienes más agrandaron sus partículas LDL (y más redujeron ese riesgo cardiovascular), y que aparece en el gráfico como LCKD(B), fueron los sujetos que tenían una predisposición genética ¡a tener partículas LDL pequeñas!