Habla con tu hija antes de que lo haga la industria de la belleza

Que la industria de la belleza no está aquí por el mero beneficio del consumidor es algo que a mucha gente le cuesta siquiera considerar. Esto no quiere decir que ésta en muchas ocasiones produzca y comercialice buenos productos cosméticos y satisfactorios tratamientos estéticos o quirúrgicos. Por desgracia, lo contrario a esto -productos entre innecesarios y contraproducentes o tratamientos mal aconsejados- es tan común como real. Corolario de estas cuestiones, está el tan muchas veces, y en parte inevitable, peligroso papel tanto informativo como formativo que tiene la industria de la belleza sobre los consumidores y la población en general. Teniendo en cuenta la multitud de mitos propagados y alentados por los intereses de este sector en conjunción con muchos otros provenientes de la industria alimentaria, así como también del poder e influencia sociales de industrias como la moda, no puedo más que compartir el mensaje de la siguiente campaña de Dove. Habla con tu hija antes de que lo haga la industria de belleza. Y yo diría que también con tu hijo.



Esta interesante campaña de hace unos meses realmente la he vuelto a recordar a propósito de una noticia de hace 5 meses de una mujer que destrozó su cara autoinyectándose aceite de cocina en la cara en su enfermiza obsesión por la cirugía estética. La cuestión no es criticar la búsqueda de la belleza, una piel mejor y un aspecto estéticamente más agradable. Cuidar nuestra estética, al contrario de algunas formas de pensar, no es algo vanal, superficial o aun autodestructivo (un conjunto de ideas que pueden encontrarse en ciertas corrientes llamésmosles antimaterialistas). Es cuidar de nosotros mismos; e incluso ese tipo de personas referidas se afeitarán la barba y lavarán con jabón todos los días. Como en todas las facetas de la vida, el objetivo es obtener un adecuado equilibrio. Al fin y al cabo no creo que haya que vivir para cuidar de nuestro aspecto; más bien debemos cuidar del mismo para poder vivir de un modo más satifactorio. En la consecución de este equilibrio, debemos primeramente aceptarnos a nosotros mismos, sin por ello renunciar a conocer los beneficios que nos aporta la industria de belleza y sus avances. Pero el pretender una belleza perfecta o un eterno aspecto cuasi-adolescente acaba siendo un verdadero trauma. Y en el camino habremos perdido totalmente cualquier noción reconocible de belleza.